sábado, 3 de diciembre de 2011

Frontera masacre




Estoy posado sobre la frontera. La única terrestre de las antillas que flotan como boyas sobre el Caribe. Haití y República Dominicana. Una frontera en una isla es un forma de aislarse un poco más. Y desde la distancia cenital no se alcanza a advertir que su trazado es un tajo de machete, reguero de sangre y disputas históricas. Recuerdo la reciente independencia de Timor Oriental de Indonesia, campeona en establecer fronteras insulares si le sumamos a Timor la trinacional Borneo y Papúa, tan parecida a La Española haitiana y dominicana en su espejado. Porque ahí estoy, y ahí vuelvo.

Dos pueblitos: Ouanaminthe y Dajabón. Del lado oriental, el damero español, la cuadrícula ordenada. Del occidental, un abigarramiento de ínfimos e infinitos techos, como salpicaduras de Pollock. Los campos también se diferencian. Prolijos, diría una maestra de primer grado, establecidos en chacras y haciendas, del lado dominicano; desperdigados, indefinidos y embebidos de copas de árboles, del lado haitiano.

Ouanaminthe y Dajabón. En 1937 da jabón cruzar la frontera pero no queda otra. Los trabajadores haitianos migrantes, los afrodominicanos, los rayanos, están huyendo, entre la espada y la frontera. Entre la bayoneta y el Río Masacre. Otra vez lecho de huesos, tumba correntosa, toponimia determinante.

Sténio Vincent, el presidente haitiano de descendencia española y tez clara, dio la espalda a la frontera, miró al recientemente retirado invasor norteamericano y acató la orden de preservar la paz con el vecino. Mientras tanto, Rafael Leónidas Trujillo, el dictador que se blanqueaba la piel de herencia afro con polvos, también buscaba blanquear la población de su país: su polvo fue la pólvora; y su Corte, el machete. Y no olvidemos la palabra. Quien no pudiera pronunciar las vibrantes erre y jota de perejil era evidentemente haitiano, por su créole afrancesado, y pasado a kout kouto. La Masacre de Perejil fue el risueño nombre con el que de ahí en adelante se recuerda ese genocidio. El de Trujillo, que fue generalísimo antes que Franco y habló de solucionar el problema haitiano antes de la solución final nazi. Las fronteras son difusas pero pueden marcar el límite entre vida y muerte. Frontera puede significar masacre.

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