lunes, 30 de junio de 2008

El límite de las palabras

Los dos contemplan el collage de luces que refleja el asfalto empapado, acuarelado, a través del ventanal del bar. Ya corrieron demasiadas palabras en doble mano, ya no hay más que decir, están demasiado gastadas, las lenguas aburridas, sin luz de giro. Sólo queda la esperanza de una mirada reconciliadora en el denso silencio, inevitable silencio coronado por algún choque de vajilla y el estertor de la máquina de café express. Pero sus ojos están perdidos del otro lado del vidrio, del otro lado de la realidad, donde los pensamientos estallan en un caos indescriptible, en una lucha en el lodazal urbano que ambos miran sin poder controlar.

Allí, en la calle, el frío obliga a los transeúntes a subir sus abrigos hasta el mentón, mientras se esfuman detrás del vidrio empañado. Caen innumerables e invisibles sonoras gotas. Ninguno de los dos puede cortar el hilo de mudez temporal que los une y el ventanal ya no deja ver del otro lado.

El hombre cierra los ojos y con un dedo dibuja un cursi "te odio" en el vidrio que condensa los vapores del bar. La mujer lee con un gesto abatido, pero luego de un instante se levanta de la silla, agarra la mesa por sus patas y la arroja contra el vidrio. Los millones de fragmentos se confunden con las millones de gotas y con los millones de pensamientos, en un óleo aquelarre. La mujer, aliviada, atraviesa hábilmente el ventanal por el agujero sin temor a cortarse y mira al hombre.

–A la noche, en mi casa– ¿le dice?

viernes, 27 de junio de 2008

¿Y si armamos la Carpa Loca*?




Después de la carpa blanca, la celeste, la verde y la roja, no estaría mal armar la Carpa Loca, con tiros, líos y cosa golda, ea ea pepé y pepé pepé pepé. Como el espectro visible de colores para decorar las instalaciones ya está cubierto, podríamos preguntarle a Lovecraft cómo era el color que cayó del cielo.

Si una de las carpas que hay en Congreso es para "militantes", otra para "la gente" y otra para "la tercera posición", ésta podría ser para la caravana frikosa (o sea, incluiría a los tres sectores sociales mencionados). En fin, que sea la sede de las fiestas bacanales-saturnalias-dionisíacas. Allí podríamos revivir la Carpa del Amor con el elenco de la foto, organizar una lucha de catch entre el Gauchito Gil y el Compadrito Grosso y un contrapunto entre un payador y un milonguero. Y si alguien se quema con un fósforo echarle la culpa a una molotov arrojada por Bombita Rodríguez.

¡Panis et Circensis!

*Desvariado homenaje a la legendaria "carpaló", concebida por un grupo de adolescentes desbocados en un campamento en Junín, en los turcos años noventa.

lunes, 23 de junio de 2008

delta

el péndulo se detiene

y las agujas

agujerean a machetazos desorientados

desoccidentados

los límites,

allanan y estallan

las matas circunvaladas

de las burbrújulas.

arañan un áspero destino

sin márgenes en sus flancos

sucumbido de presencias.

el fluído tiempo torrente

en un beso barroso

roza el cauce de su dura boca

y dura

hasta la desembocadura,

donde el aliento neblinoso oculta

la tierra aislada

de su oleado horizonte.

el caudal se despereza,

se ensancha y aflora

en la eterna infinita anónima

multitud acuática.

la tierra comienza a girar.

y el péndulo se balancea.

martes, 17 de junio de 2008

El Niño Unidimensional


Herbert Marcuse, quien fuera integrante de la Escuela de Frankfurt, señalaba en El hombre unidimensional que éste era consecuencia, entre otras cosas, de la institucionaliza–ción de un lenguaje técnico acrítico y antidialéctico.

Una muestra de esa operacionalización del lenguaje está dada por las abreviaturas o siglas (como ONU, OTAN, etc.), las cuales, según el autor alemán, además de bombardearse mayormente desde los grandes medios de comunicación, son artificios de la razón y denotan lo institucionalizado.

Días atrás me topé con mi cuaderno de Arte de 5° grado. Allí nos daban una consigna que debíamos completar con una frase y un dibujo: "¿Qué es para vos el arte?". No sé si ya en esos años mozos estaría comenzando a internalizar el mundo unidimensional, impuesto por una sociedad que cierra el universo del discurso, pero creo que como humorada tomé a la palabra "arte" como abreviatura. La cuestión es que, para mi tranquilidad actual, luego de las siglas acudió como tromba el surrealismo para, aunque sea, darle un matiz crítico a la respuesta. Porque el surrealismo no sólo supera a la realidad, sino que a veces incluso ésta busca imitar a aquel: "El arte para mi es: Asociación Rural Tenebrosa Elemental".

Lejos de ser una profecía, porque el A.R.T.E. en nuestra historia siempre se refirió a lo mismo, comparto esta impresión que, creo, sigue vigente (y encima en el dibujo aparecen cuatro artistas enlazados en una mesa rural...).

domingo, 15 de junio de 2008

Dialéctica de los sexos

–Ningún verano es corto si los días son largos– pensó sintiéndose inteligentísimo por haber creado tamaño aforismo.

El asfalto, negro como de costumbre, intensificaba el calor reverberado en el humor de muchas de las personas que caminaban por el Centro. Aunque no estaba en el Centro: era sólo un pensamiento de borracho de La Boca, que imaginaba sol, gente, mal humor y Centro. En última instancia, sí estaba acertado con respecto a lo del verano.

El hombre, tan antropocéntrico, se balanceaba y tropezaba con lo que se le interpusiera en su andar; sudaba excesivamente, como si fuera un acto compulsivo y logrado por la propia voluntad. Sin embargo, se sentía como una obra de arte, todo decorado de sudor y vómito. No cualquiera. No, che.

Las calles se abrían frente a él sin darse a conocer, evasivas y cobardes, quizás por capricho, pero su memoria inercial le permitía guiarse hacia el bar donde debía encontrarse con la muchacha que acababa de conocer en un laberinto de espejos –oxidados por la eterna labor de reflejar la realidad– del parque de diversiones barrial. De todas formas, su mente (simplificadora a esa altura del partido) no se molestó en hacer toda esa madeja de relaciones y se limitó a pensar únicamente en la mujer. Tanto se limitó que, en un momento, sólo supo que se trataba de una mujer que podía ser cualquiera. Había olvidado completamente su cara, borroneada en su mente por el poco tiempo que había empleado en registrarla rasgo a rasgo. Y era usual el olvido cuando conocía a alguien que se transformaba en el monotema de sus pensamientos. Cuanto más buscaba en sus recuerdos el rostro, más se desdibujaba. Al fin y al cabo, no le había atraído la cara de la mujer, qué va, más bien el dolor punzante de los brillosos ojos clavados en los suyos. Se habían cruzado en la estrechez de uno de los pasillos del laberinto y se habían sostenido la mirada pesadamente, sin animarse a desviar la una de la otra, como si hacerlo hubiera significado la misma muerte. Y en aquel momento, sin intercambiar nombres ni deseos (¿ni palabras?), pero con una mirada de aleación cárnica, quedaron en encontrarse en el bar...

Se detuvo abruptamente y apoyó la espalda contra la pared, exhausto. Respiraba ansioso para aliviar la agitación de las tantas subidas y bajadas de las veredas boquenses. Escalones para subir a la vereda y escalones para bajar a la vereda. Veredas a prueba de inundaciones, tan típicas en el barrio. Eso, deseaba que lloviera y se inundara todo, total... Habría islas de baldosas donde hacer la gran Robinson, y encontrar a la mujer haciendo señales de vapor. Con tanto calor… Tenía tanto calor que anhelaba poder desabotonarse la piel del pecho para que el oxígeno eludiera el difícil camino de fosas nasales, tráquea, pleura, alvéolo.

Todo su alrededor se resumía en La Boca, y la sentía suya; a punto de expulsar sus tripas por ella y hacia ella. Le importaba muy poco que alguien lo mirara con asco. “Mírenme, soy una obra de arte”. O que alguien le pidiera la hora... Por favor... No estaba para favores, y así siguió el camino irracional en busca de la mujer. Arrastrando los pies gastados recorrió algunas cuadras tomándose algún recreo de obligado cuando lo sorprendía una arcada.

–Arcadas son las de Paseo Colón– farfulló, pero ése era otro barrio y no le incumbía. Aunque la palabra “barrio” también le era ajena y ya no recordaba en cuál de ellos se encontraba y, peor aún, tampoco dónde tenía que encontrarse con la mujer.

Sus ojos hinchados de alcohol reflejaban otro mundo del que le costaba ser consciente. Tal vez fuera la muestra de lo que estaba viendo en sueños, aunque su mente, otrora racional, le decía que no se dejara convencer por las suposiciones del demiurgo, que tantas explicaciones sin fundamentos hace.

Continuó su marcha fatigada, ahora con la cabeza gacha, comprendiendo su entorno y su centro cada vez menos. Había olvidado qué era lo que lo había llevado a esa situación de sopor, en la que un haz de lucidez le permitía recordar que se trataba de la búsqueda de alguien o algo que ya había enterrado en otro estrato de entendimiento, muy profundo, perdido en el abismo de los mares violentos y etílicos. Esta tendencia se agudizó con cada paso que dio (cada vez más indecisos) por ignotos callejones, hasta que llegó lo inevitable (aunque, según su mente estructural, hubiera sido lo lógico) y el olvido, extendiéndose como una mancha oleosa, borró hasta las nociones que tenía sobre su mismísima persona, mientras caía al piso sin ofrecer resistencia al duro choque.

¿Quién sabe qué sentiría? La omniscencia de un narrador podría haberlo expresado, pero se trataba de una sensación, o quizás de un vacío completo (¿como la muerte?), que excedía los límites de percepción de cualquier ente o deidad.

La mujer se levantó con un fuerte dolor en sus piernas, sintiendo pena por sí misma al descubrirse tirada en un piso meado por los gatos de La Boca y, luego de recordar la inminente cita, se sacudió la pollera llena de mugre. Miró su reloj, ya recompuesta, y estudió los números de las chapas de las casas, intentando reconocer su ubicación. Una vez que logró situarse caminó, ya decidida, hacia el bar donde debía encontrarse con el hombre que, hacía un rato, había conocido en un laberinto de espejos.



febrero 2001

lunes, 9 de junio de 2008

Naïf (1) / "Les colombes"

Naïf fue una banda que musicó durante el tumultuoso año 2001, y con un año de duración alcanzó una considerable producción, aunque sin registro sonoro de la misma. Esta historización capitulada pretende ser un rescate escrito del trajinar de una banda de inculto. Integrada su primera formación sin batería por Leandro Agilda (bajo), Federico Grüner (guitarra eléctrica y accesorios), Agustín Valero (teclado, piano, melódica y guitarra eléctrica) y quien suscribe (voz y guitarra de doce cuerdas), los ensayos comenzaron tan racionalmente ingenuos como lo indicaba su nombre, en la casa del bajista del estudiantil barrio de Colegiales.


Una noche del verano de 2001, en San Telmo, Agus y Lean (anteriores compañeros de banda en Ojos de Perro Azul) le dijeron a Luc de armar una banda "para hacer temas onda Pearl Jam" sin covers, ya con el OK de Fede. Y así comenzó y devino el camino de romper la cáscara adolescente a través de la música y, en un mismo nivel, de las letras. El eclecticismo fue la característica principal de Naïf. Sus influencias no se limitaron a la banda grunge de Seattle, sino que por la pretensión pseudointelectualista-de-postal de sus integrantes también percutieron en las composiciones: Radiohead, el noise, Eduardo Mateo, los beatniks, Led Zeppelin, el surrealismo, Sonic Youth, el deconstructivismo, Chico Buarque, la música aleatoria de Varese, el minimalismo, Goran Bregovic y el peronismo. Claro que difícilmente haya alcanzado una síntesis de todo lo antedicho. Es más, todo quedó en una hipótesis sin demostración ni mostración, ya que no sólo no hubo grabaciones (salvo algún ensayo perdido o los audios póstumos), sino que tampoco hubo más que un recital en vivo junto a Doris, que quedará para otra entrega.


El primer tema de la banda fue "Un día peronista", con letra, música, dibujos y coda de Lean y Luc. Pero en esta primera entrega reproducimos la letra de "Les colombes" o "Las palomas", ya que nombra -pero oh, paradoja nominal, a la vez lo niega- al recientemente fa-re(tucumano)-si-do Yves Saint-Laurent (por la traducción de su apellido a un glorioso equipo de fútbol), así que acá va a modo de anti-homenaje. La música vio la luz primero, compuesta por Lean, acompañado de su computadora. Tenía un ritmo balcánico unza-unza con una orquestación digna de -valga el autobombo- "Construção" o "Meu caro amigo", pero que por falta de instrumentos y, seguramente de pericia, nunca llegó a ejecutarse. La letra vino después, y a sugerencia del autor debía ser en francés (tal vez haya sido una incipiente muestra de imperialismo francófono que finalmente no prosperó), por lo que Luc se encargó de escribir una en franceñol, en la que las palomas y el infeliz que narra son protagonistas. También son de la partida el cantante Nicolas Legrand, famoso por aparecer en un libro de textos, y una amiga del narrador, que lo traiciona con el célebre músico. Los arreglos del tema manifestaban los estados de ánimo de la primera persona: tensión cuando se enfrenta a las ratas aladas, tristeza cuando su amiga lo deja de pava y mate en su casa. En la última estrofa, el narrador parece ver consumada su venganza con una metáfora colombicida.

Les colombes

Nicolas Legrand c'est un chanteur
Il habite dans la Rue Pasteur
Il aime la vie et les colombes
Que fortuné!!

Je voudrais son elegant chapeau
Il est rouge avec un peu de bleu
Je crois qu'il est de Saint Laurent
(Mais pas d'Yves)

Valerie Dupont est mon amie
Nous dançons le tango tous les nuits
mais elle ne peut pas alleé aujord'hui
c'est le destin

Elle préfere aller au festival
Ou chanterá Nicolas Legrand
Je me resterai trés seul chez moi
Une dinde et un mate

Les Colombes volent sûr mon être
elles rient et chient sûr ma tête
Je suis decouvert sans le chapeau
Que malheurueux!!

Hier nuit je suis allé au restaurant
J'ai mangé colombe á la moutard
En eccoutant Nicolas Legrand
Merçi Garçon!!